En el pronóstico de ayer de saberderecho (compartido, en orden de importancia decreciente, con el bost y con Karl Rove) Obama gana 338 a 200. Click sobre la imagen para agrandar.
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Hay razones internas, demográficas, coyunturales, económicas, más vale, para que haya pasado lo que pasó. La ciencia te dirá que en la vida todo es estructura y no hay sujeto. En este post, sí lo hay. Acá van cuatro razones, cuatro respuestas a la pregunta de por qué ganó Obama.
1. Se la creyó. Toda leyenda empieza con un sueño, con una imposibilidad ignorada. El tipo tiene una moral blindada, una ambición impermeable y una fe a toda prueba. Está bien, no es un cuatro de copas, no salió from the middle of fucking nowhere: vino de Harvard, tiene una inteligencia incandescente, es un comunicador nato, tiene una templanza especial. Pero de ahí a apuntar a la presidencia sin paso por una función ejecutiva ("experiencia": cero), enfrentando el handicap racial y la maquinaria política clintonista construida a pulso durante una generación, hay un campo. Obama bien podría haber diagramado muy paso a paso su carrera, dejar pasar este término y le quedaban por lo menos cinco oportunidades electorales nacionales más como the great not white hope. Pero Obama fue Vélez jugando contra el Milan en 1993, se plantó de igual a igual y salió a la cancha no a pedir el autógrafo, entró pensando que podía ganar el partido y se mantuvo enfocado. The audacity of hope es más que el título de un libro.
2. Se lo creyó. Olvídense de que "hizo la campaña por internet", mucho antes de eso hubo decisiones más trascendentes: Obama -un americano ingenuo- creyó en el sueño americano, creyó en el poder de la palabra, creyó en la política, mirá vos. Pudo haber sido un abogado que gana sueldos de siete cifras, con un margen de error cercano a cero -a los abogados también nos va un poco bien cuando todo va mal. Algo en él supuso que podía ser otra cosa. Presidente de la Nación, por ejemplo.
3. Te la hace creer. Lo importante no es creérsela, sino que los otros te crean: especialmente un electorado apático, escéptico, apolitizado, por momentos cínico, parece ser a priori impenetrable para un mensaje que buscaba ser imaginativo, esperanzador, conciliatorio, y no simplón, resentido y divisivo. Lo movilizó con armas nobles y leales, sin demagogia. Las claves: astucia, energía, memoria (no se si notaron eso, políticos argentinos pos-posmodernos) y, sobre todo, retórica. Miren en you tube el speech de Obama en New Hampshire, el yes we can del 9 de enero, obra maestra del discurso. Y tengan en cuenta que el tipo estaba hablando después de perder esa primaria. Oírlo crispa la piel.